¡Cuba, levántate y anda!

4 May

Santísimo Cristo de Corcovado, comienzo por decirte con toda sinceridad que nunca he sido religioso, soy hombre de poca fe y a veces, ninguna. Todo ello a pesar de haberme educado en un ambiente cristiano de lo cual me siento muy orgulloso. Me considero una buena persona a la que importan los valores morales en torno a los cuales mantengo mi propio código. El hecho de que no crea en “algo” jamás me ha llevado a la conclusión de que ese “algo” no exista; mi radicalismo no me impide “dejar una puerta abierta” a que los hechos me convenzan y me hagan creer en lo que no haya creído hasta ese momento. Aprendí mucho en la escuela acerca de tu vida sin que haya llegado a comprender tus milagros. Siempre me quedé más con la imagen del Cristo Humano que con la del Cristo Divino. Mi sentido de la justicia ha hecho que el pasaje de tu vida en el que “azote de cuerdas en mano” echaste a los mercaderes del Templo, sea uno de mis preferidos. El trato que diste a Judas también se grabó en mis sentidos. En definitiva, un Cristo misericordioso con los débiles pero enérgico y contundente con los déspotas y fariseos, un Cristo justo.

A ese Cristo justo y misericordioso y también a ese Cristo milagroso que mi poca fe me impide entender, hoy le recuerdo la existencia de un bonito país llamado Cuba al que nuevos Judas, Caínes, Herodes y Pilatos han sumido en una horrible pesadilla. Impera el terror al extremo de que pocos se atreven a enfrentarse a la tiranía y los que lo hacen pagan muy caro su osadía. El pueblo malvive carente de lo elemental. Cristo de Corcovado, en Cuba no se multiplican ni los panes ni los peces; en Cuba se multiplican las necesidades, los sufrimientos, la represión… En Cuba no se crucifica pero se fusila y se tortura mientras el resto del mundo mira hacia otro lado y algunos se aprovechan de la situación para lucrar (fariseos) con la legión gobernante. Nadie ve posibilidad alguna de acabar con tanta maldad, nadie ve la “Luz de la Esperanza”; solo existe la resignación. Resignación hasta que La Divina Providencia disponga. ¿Te parece justo?

Cristo de Corcovado, yo soy hijo de ese sufrido pueblo y me dirijo a ti y te pregunto: ¿Te parecería mala idea que dispusieras de la vida de los dos cabecillas de la horda que enluta mi país y acabaras con la existencia de ambos? ¡Anda Cristo de Corcovado!… llévaselos a Satanás padre de ambos. Esa sería una buena obra misericordiosa, sería como un milagro después del cual podrías ir a la Cuba dejada de la mano de Dios y decirle a su pueblo lo mismo que le dijiste a Lázaro: ¡Cuba, levántate y anda!

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